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lunes, 19 de diciembre de 2011

Articulo Latin King y Blood en Navarra


Yoni es el nombre falso de este joven expandillero latino de 16 años que ilustra el reportaje. Yoni recibe al periodista en la habitación de su casa, en la comarca de Pamplona. Acaba de terminar de estudiar y juega con la Play. Son las ocho de la tarde. Su madre, en el paro desde hace dos años, prepara la cena. Sus dos hermanos no han llegado. "Soy un buen estudiante", expresa, sin soltar los mandos del videojuego. Su asignatura preferida -indica- son los idiomas. Su pasión, lo que verdaderamente le quita el sueño, la música rap, vestir con ropa ancha y el deporte.

Cuando piensa en su futuro, se imagina vestido de policía. En realidad tiene dos sueños. El segundo, que no le juzguen por el color de su piel o por su forma de vestir. Asegura que ya no pertenece a este mundo de las bandas y que quiere ayudar a los más jóvenes a dejarlo. "Conozco muy bien la dureza de la calle y podré ser de gran ayuda", manifiesta. "He crecido entre bandas. Con 14 años ya formaba parte de los "901" (grupo integrado en los "Blood" o los "Sangre"). Después -prosigue-, pasé a los "Dominican Don`t Play" (en la actualidad extinguidos). Hoy me mantengo al margen", subraya con un cierto titubeo. En cierta manera, se contradice. "Cuando uno entra se queda enganchado. Es difícil salir. ¿Por qué se entra? No sé. Consigues respeto. Protección. Eres aceptado", y advierte: "Es peligroso. Si hablas abiertamente sobre las bandas te pueden tachar de "sapo", de chivato, y eso trae consecuencias". Explica dónde se localizan. "No es complicado dar con ellas. Lo sabrás. Nunca rechazan su condición. Hay una norma que rige su manera de comportarse: "Nunca renegarás de tu color y nación"". Yoni todavía guarda el rojo de su niñez en el armario. "Rojo sangre", afirma. "El rojo de los "Blood" y de los "901"".

"Operación Corona"... 2

Nueva York. Mayo de 1998. Mil policías entran en las casas de 94 presuntos "latin kings". Tumban puertas, los sacan de la cama y los arrestan. La acción, bautizada como "Operación Corona", se llevó a cabo en Nueva York el 14 de mayo de 1988. Fue la mayor desde los años 20 contra la ley seca. El director del FBI, Louis Freeh, lo calificó como un "hito". El comisario de policía se jactó de haber "desarticulado" una de las pandillas mejor organizadas y más violentas de la ciudad.

Pamplona. Septiembre de 2011. El fiscal superior, Javier Muñoz Cuesta, advierte durante el acto de apertura del año judicial del "resurgir" de las bandas latinas en Navarra. Las últimas tres reyertas multitudinarias entre sus miembros, en junio y agosto, tanto en Pamplona como en Barañáin, hacían temer lo peor. Por este motivo, a finales de noviembre, después de una investigación de varios meses, agentes de la Policía Foral y Municipal de Pamplona precipitaban un operativo contra las tres principales bandas latinas que actuaban en Pamplona y Comarca. Esta acción "preventiva", también llamada "Operación Corona", supuso el arresto de 15 presuntos "latin" y 13 "blood-901", todos ellos de edades de entre 15 y 21 años. Los agentes, que se incautaron de gran material: cuchillos, hachas, machetes, nunchakus, palos, banderas, símbolos, etc, manifestaron en rueda de prensa que las daban por desarticuladas.

Pero la "Operación Corona" no sólo descabezó a los más duros de estas bandas, también "echó abajo" el trabajo de más de cuatro años de una asociación llamada Ágora, especializada en procesos de pacificación entre bandas latinas a través de la música.

Así lo manifiesta Daniel García Almoguera, su representante, que no oculta mostrar la preocupación al hablar de esta operación policial. "Estos jóvenes ni son paramilitares ni son violentos", suscribe este trabajador social y mediador intercultural de 32 años,"sólo son unos grupos de amigos . Unos grupos que nacen, crecen y mueren. Y que muera el colectivo no significa que dejen de existir ", determina con una locuacidad diligente, " y no va a ver ninguna ley que les pueda prohibir juntarse y ser amigos".

Daniel atribuye el comportamiento de estos jóvenes, la mayoría menores de edad, a un proceso migratorio no resuelto. "Al desarraigo", puntualiza. "Un día dejaron atrás sus países, se encontraban en un momento crucial de sus vidas, y al llegar aquí se sienten fuera de lugar. En tierra de nadie. Siguen siendo tratados como inmigrantes". Lamenta la desconfianza que han generado estas detenciones. "La captación en la calle a partir de ahora va a ser compleja", apunta. "Regresamos al ocultismo de los inicios. Algo que ya habíamos superado. ¿Ahora qué va a suceder? Si se hacen visibles, mal; y si no, peor. ¿Qué vara de medir se va a utilizar ?, se pregunta, "si no son tan mafiosos ni delictivos, como asegura la policía, entonces, ¿dónde está la medida...?", hace un silencio, "se debía haber trabajado más con ellos, desde dentro. Desarticularán a unos pero aparecerán otros. Estos chavales están muy capacitados, contienen un gran fondo positivo. Hay que agarrarse a lo bueno". Daniel esgrime una última cuestión: "¿O es que no cabe la reinserción para un menor de 15 años?"

"Los "latin" no existimos"

La situación de estos grupos ha cambiado desde que la Policía Municipal de Pamplona les detectara hace seis años en la capital. La policía destaca la presencia de seis grupos. Por un lado, los "Zona Bara", comprendidos por un centenar de jóvenes: "Latin Kings", "Mafia Latina" y "J.R"; y por otro, con unos 60 jóvenes: los "Blood", "901" y "Alma Latina". Los primeros se mueven por Barañáin, sus alrededores y la Milagrosa. Los segundos, por la Chantrea, la Rochapea y Burlada. Y todos confluyen los fines de semana en San Juan.

Fuentes oficiales de la policía insisten: "Sí se ha desarticulado a estas dos bandas rivales. Son grupos criminales tras los que llevábamos tiempo investigando", explican. "A estos chavales se les va a juzgar por unos hechos delictivos puntuales, agravados por intentar organizarse. No son organizaciones criminales propiamente dichas sino grupos criminales", pormenorizan. "Buscan cometer delitos menores como trapicheo, faltas de orden público, hurtos...", pero reconocen que la solución no es sólo policial. "Hay que trabajar con ellos socialmente, en los colegios o en los talleres, hay que orientarlos para que se integren, de lo contrario, acabarán en la cárcel con 22 años".

Territorio "latin"

Martes. Centro de Barañáin. 19 horas. Dos jóvenes de 20 años caminan sin rumbo fijo a la altura del ayuntamiento. En una mano llevan una litrona, en la otra una piedra de hachís. Visten con gorros de lana y sudaderas amplias de color gris. Son "latin". Prefieren no dar su nombre. No están autorizados a hablar de una "organización" -así se refieren a ella, a la que han pertenecido desde 2006. "Hemos vivido todos los cambios", dicen, alejándose del centro de la plaza y resguardándose entre la oscuridad. Aprovechan para dar un trago a la litrona. Se lían un porro. Uno de ellos, el más pequeño, muestra sin querer unos cortes de cuchillo en los dedos de una mano. Son fruto de unas de las últimas peleas contra bandas rivales. El más alto también luce heridas de navaja. "Tres", indica. Los dos fueron detenidos en la "Operación Corona" y puestos a disposición judicial. Ahora se encuentran libres.

"La policía entró en nuestras casas y registró nuestros cuartos. Se llevaron de todo. De mi casa se llevaron unos nunchakus (arma de artes marciales formada por dos palos muy cortos de unidos en sus extremos por una cadena), el ordenador, y toda la ropa amarilla y negra que vieron", afirma el más pequeño, el de lo cortes en los dedos.

A pesar de la magnitud de la operación, la primera de este calibre en Navarra, se muestran serenos. Los dos declararon ante la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Pamplona, que dirige el caso.

"La juez nos ha dicho que la próxima vez que intenten pegarnos les denunciemos directamente. Son ellos quienes nos buscan -se defienden una y otra vez-, quieren controlar toda Pamplona. Tienen gente por todos los barrios. Nosotros no salimos del barrio", se justifican, "nuestro recorrido es siempre el mismo: del lago al Carrefour. Así evitamos encontrarnos con los "Sangre" y los "901" (grupos rivales de los "latin")". Los dos jóvenes provienen de países latinoamericanos distintos, pero sus historias se encadenan desde la base: la misma soledad y la misma búsqueda de protección.

"Los "Latin King" ya no existimos", declaran casi al unísono. "La policía dice que nos ha desarticulado y no es verdad. Han llegado tarde. Unos seis meses tarde -ironizan-. Hace tiempo que decaímos. Un mes antes de las detenciones -revelan-, detectamos a la policía y nos replegamos. Decidimos dejarlo. Yo, personalmente, -confiesa el más alto-, no quiero más problemas en casa. Mi madre está separada, ninguno trabajamos en casa, no sabemos cómo pagar el alquiler". Su rostro se endurece al recordar lo que le empujó en 2006, cuando llegó a Navarra por primera vez, a entrar en los "latin": "Tenía 16 años. Me quedé solo. La organización me ayudó. Me sentía protegido. Lo único que se exige dentro es ser un hombre, tener palabra... No quiero contar más". Rematan las litronas. Se despiden.

Territorio "blood"

Sábado. Plaza de los Chinos de Pamplona (barrio de San Juan) 21 horas. Se respira una cierta calma tensa en la plaza. Varios grupos de jóvenes beben sentados en los bancos. En círculos cerrados. En unos de corrillos beben y fuman canutos siete chicos de 17 años. Todos ellos de Pamplona.

"Si quieres contactar con la banda de los "Sangre", les verás por las tardes jugando a fútbol en uno de los parques de la Chantrea, o los viernes y sábados en un bar que hay aquí mismo, al otro lado de este edificio -indican con un gesto-. Allí se suelen quedar hasta las diez, luego les echan y vienen aquí a beber. Son muy jóvenes y peligrosos", avisan, "si les buscas te vienen en masa. El ambiente en la calle está muy revuelto. Convivimos con ellos en el colegio".

El periodista se acerca a un segundo grupo, éste de ecuatorianos, también beben, la plaza comienza a llenarse. Todos se desmarcan del tema y coinciden en señalar hacia el mismo bar. "Nosotros no queremos saber nada de este tema", declaran con temor. "Se meten en esa mierda para hacerse los duros. Luego no pueden salir. No es fácil. Te buscan."

En un nuevo corrillo, éste de adolescentes de 14 y 16 años (tres chicas y cuatro chicos), reconocen que les conocen. Dos de los menores van más allá y relatan que llegaron a ser "latin piwi" (LP) (cantera de los "Latin King") hace un año, pero se salieron. "Éramos 15. Todos de 14 años. ¿Cómo llegas a ser LP? Normalmente por amigos que ya están dentro de los Latin. Estás un tiempo y, cuando ellos deciden, saltas a los mayores. A nosotros no nos pidieron ninguna prueba para ser LP, pero sí para salir. Te golpean por todo el cuerpo excepto en la cara. Si no aguantas no dejan irte". Los siete se quedan en silencio. Un joven pasa por delante. "Ese es de los Sangre", dicen en voz baja, una vez que les ha superado, "es senegalés", le señalan con la mirada. "Se suelen juntar en un bar de aquí al lado. Justo detrás de este edificio (concuerda el sitio). Nos tenemos que ir", se disculpan. Prefieren no coincidir con él cuando salga de la tienda. Se alejan. El senegalés sale con unos chupa chups en la mano y se dirige hacia el otro lado del edificio, al disco-bar del que hablaban. Allí, entre los coches aparcados, varios chicos y chicas, casi todos latinos, fuman y charlan en corrillos. Hay varias chicas de Pamplona. Dos hombres vigilan la puerta. Un vecino les observa desde una de las ventanas del edificio. Entre los muchachos, destaca la gorra de béisbol calada hacia un lado de un niño de ocho años. "Se llama Brian", descubre una de las menores al detectar la mirada de asombro del periodista. "Suele venir con su hermano". El pequeño sólo observa.

"¿Por qué nos tratan como delincuentes?", pregunta a gritos y de forma chulesca uno de ellos. "Lo único que consiguen al detenernos es que aumente la indignación entre nosotros y el número de guetos", avisa. Prefiere no identificarse por miedo. No por miedo a la policía -subraya- sino a los "suyos". Pertenece a los "Blood". "¿A qué tengo miedo?", se queda sin palabras, fija la mirada en el bordillo. "Miedo a que no les guste lo que digo", sostiene, apartándose del resto. "Los "latin" y los "blood" somos igual que el agua y el aceite. No se pueden mezclar. Te enamoras de un color, de una nación, y los defiendes a muerte. Al final, unos y otros estamos dentro del mismo laberinto, jugando a la misma mierda, pero engancha. Te sientes poderoso. La banda es orgullo, respeto, colores, coronas. Es como un juego. Estaría bien que se acabara todo esto, que fuéramos amigos, pero influye la familia (la banda). No lo tiene que decidir uno solo. Al final, estás condenado a algo. Te da igual vivir". Brian se acerca. Se termina la conversación. En un banco próximo, un grupo de tres jóvenes ecuatorianos, pertenecientes al grupo "Alma Latina", conversan y fuman sin parar. Tienen 15 y 16 años. Son estudiantes de ESO. El mayor de los tres quiere dar su opinión, pero los otros dos le frenan: "¡No ladres!", profieren nerviosos.
Puñalada= popularidad

A unos metros por detrás, sentados en las escaleras que conducen a la Biurdana, dos muchachos colombianos, ataviados con pañuelos palestinos y calados con las típicas gorras de béisbol a medio lado, bailan a ritmo de regaetton. Tienen 15 años. Los dos niegan pertenecer a los "Sangre", pero dominan perfectamente sus entresijos. Reconocen que es peligroso dejar la banda.

"Tomar la decisión de salir es dar un paso grande. No se sale. Los de otras bandas ya te conocen. Se vuelve muy peligroso. Te quedas indefenso", detallan el caso de un amigo que lo dejó por la novia y lo sometieron a una paliza con tablas. " ¿Por qué se entra? Por desespero y popularidad. Lo que te lleva a una banda es la popularidad. Ser conocido. El respeto. Acuchillar a alguien de otro bando es popularidad. Ser el duro te da respeto, amistad, confianza, protección". Los dos consideran a los "Sangre" una familia. "Seremos más de cien", revelan en primera persona (se les escapa una y otra vez). Las peleas se buscan y se organizan -detallan-. Normalmente son los cabecillas de las dos bandas o los duros (sus manos derechas) los que se encargan de organizarlas a través de tuenti y twitter. Se utilizan muchas expresiones. Revelan algunas: "Ese "man" está enamorado de ti y te tiene ganas..."; "Hemos quedado en... y vamos a jugar a..."; "Vamos a tener unos coros con esos "manes"".

"Ahora está todo el mundo más calmado, no se mueve nadie, han cogido a los más duros, pero dentro de un año empezará todo de nuevo", advierten

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