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martes, 12 de marzo de 2013

Las Bandas latinas buscan sangre nueva de menores


La Policía detecta a 350 pandilleros activos, que integran los cinco principales grupos. En apenas nueve meses han cometido tres homicidios


Las bandas latinas han resurgido. Desde que se implantaron en Madrid en 2.000 son un fenómeno en constante evolución, pero que ha aumentado en el último año, al calor de la crisis, con tres crímenes y más de media docena de agresiones en apenas nueve meses. «Hay un cierto repunte por la gravedad y el número de las agresiones.La actividad de estas pandillas fluctúa mucho y funcionan siempre bajo el lema: acción-reacción, aunque ésta no se produzca de un modo inmediato», explican varios mandos policiales.

A pesar de lo que pueda parecer, los miembros activos apenas han variado y se sitúan en torno a los 300-350 de las cinco pandillas con mayor implantación en la región: DDP, Trinitarios, Blood, Ñetas y Latin Kings. Y las identificaciones anuales se mantienen en torno a las 3.500 anuales.
Lo que sí han descendido son las detenciones: si en 2011 hubo 350, un 52% más que en 2010, en 2012 se registraron 160, casi la mitad. El escenario de los últimos homicidios ha sido siempre Puente de Vallecas. El pasado 2 de febrero, Adrián, un «latin king» de 16 años, perdió la vida a manos de cuatro «ñetas», sus eternos rivales. El segundo homicidio ocurrió el 23 de junio de 2012 y el fallecido, Ramiro David M. V., de 20, fue otro «latin» agredido por un punzón y una botella rota a manos de los «ñetas».
La macabra lista reciente se cierra con el asesinato a tiros el 28 de abril pasado de otro menor de 16 años. El asunto se atribuyó, supuestamente, a los Dominican Don’t Play (DDP), y se relacionó al fallecido con los Trinitarios, otro grupo rival. Hubo 10 detenidos, de los cuales, tres tenían 12 y 13 años, unas edades insólitas entre los pandilleros.
Las reyertas se suelen producir por el mero hecho de coincidir grupos rivales en los mismos espacios, sin necesidad de que medie un incidente previo. Y la agresión es pura y dura cuando se da una clara inferioridad de condiciones. Si el número de «enemigos» es equilibrado, entonces se hacen valer y esgrimen todo el arsenal de armas blancas que portan o esconden en papeleras o contenedores: bolomachetes -una especie de espadas que se usan en la selva para abrirse paso entre la vegetación-, machetes, hachas, cuchillos; así como pistolas detonadoras modificadas o enormes hebillas de cinturones, que se convierten en auténticas llaves de pugilato.
Cuando hay una cuenta pendiente, preparan la acción y actúan por venganza. Las redes sociales se incendian y se crea un poso que estalla.«Lo incluyen en la lista del debe y en un momento dado se cobran la deuda, no necesariamente contra el autor de la misma», recalcan.

Lucha por el poder

La lucha territorial ya no es la razón de ser de la pandilla, que se caracteriza por su movilidad: si hay mucho castigo o controles policiales en un lugar se marchan a otro. Pelean por el poder puro y duro: «Si un DDP no tiene enfrente a los Trinitarios, no tiene razón de ser, no existe». Lo más sorprendente es el equilibrio extraño y dependiente que mantienen estas bandas, que no sucede en otros ámbitos delictivos como los atracos o los alunizajes, reflexionan los expertos.
Tampoco exhiben sus símbolos, colores y distintivos con el fin de pasar desapercibidos ante los agentes; éstos los reservan para determinadas fiestas y eventos especiales. Y, en cuanto a las nacionalidades, ya hay mucha mezcla, si bien el 70% de los «latin kings» y «ñetas» son ecuatorianos de origen, pues la mayoría han adquirido la nacionalidad española.
Respecto a los DDP y los Trinitarios, el porcentaje de los nacionales alcanza el 80%. A estos grupos se han añadido españoles, magrebíes, rumanos... La pandilla que aglutina a más nacionalidades es la de los «Bloods», la última en ser conocida en España, integrada por colombianos, peruanos, ecuatorianos, dominicanos, paraguayos, bolivianos y españoles. En cualquier banda, estos últimos apenas alcanzan el 1%.
Esta amalgama está relacionada con la necesidad de captar nuevos adeptos debido a las deserciones o al regreso de sus integrantes a sus países de origen por el desempleo. De ahí que los menores constituyan ya el 40% de los miembros de estas violentas pandillas. En muchas ocasiones, les toca lidiar con las acciones delictivas que cometen, debido a que van a estar menos penados, recalcan.

Carencias afectivas

«La banda les ofrece una posición, un estatus, un rol, la posibilidad de ser alguien y de estar protegidos, y caen en sus redes por las carencias afectivas que tienen en el seno familiar», precisan. «Luego descubren que la realidad es otra, que están sometidos a una férrea disciplina; que deben obediencia ciega a una jerarquía piramidal, pagar cuotas semanales de entre 3 y 6 euros, usar y someterse a la violencia, y que son objeto de duras pruebas, tanto para probar su valor como para ser castigados».
Entre ellas figuran las palizas con guantes -para no dejar huella- o golpes en lugares no visibles. tratos vejatorios, practicar mil abdominales, correr durante una hora, robar móviles, agredir a alguien, buscar pelea o el «360»: dejarse pegar por los «hermanos», agrupados en un círculo. La captación es fundamental para conseguir nuevos adeptos que nutran de savia nueva al grupo y salir de los periodos de sombra tras los golpes policiales.
Esta labor la suelen realizar en los entornos escolares, deportivos y parques, a partir de los 12 años. Las víctimas pueden ser, incluso, intimidadas, y, en el caso de las chicas, sufrir agresiones sexuales y desaparecer de su domicilio, según un documento de la Brigada de Información. Así, actúan como una secta y suelen romper sus vínculos familiares, sus estudios e iniciarse en las drogas y la delincuencia.
Los delitos más frecuentes que cometen están relacionados con el menudeo, robos con fuerza, hurtos, coacciones, detención ilegal, amenazas, tenencia ilícita de armas y homicidios.

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