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jueves, 10 de mayo de 2012

Un coordinador de grupos de intervención cuenta su experiencia

La gente, dice, pasó de pedir que se unieran a ser una 'masa hostil' 'Nosotros simplemente hacemos cumplir la ley' Olalla Novoa | Mario Viciosa (vídeo) | Madrid El 15 de mayo de 2011 estaba entre los policías que acudieron a aquella primera manifestación de Democracia Real Ya.

De mediana estatura, ojos castaños y rostro afable, se expresa pausadamente y con voz suave. Nos piden que mantengamos el anonimato, por motivos de seguridad. "Sorprendió a todos, incluso a los propios organizadores, porque acudió muchísima gente. Transcurrió bien, excepto a última hora, que elementos radicales empezaron a provocar incidentes y hubo algunas detenciones", cuenta este coordinador de la Unidad de Intervención Policial, la UIP, más conocida en la calle como los antidisturbios, donde ingresó hace ya 13 años: "Me encanta mi trabajo".

"Si esta gente pide cosas que cree que son justas para el resto de la humanidad, por qué tiene que faltarme al respeto, por qué tiene que humillarme". Desde ese momento siguió al pie del cañón la evolución del movimiento. Su trabajo: gestionar y coordinar entre cuatro y cinco grupos formados por unos 40 policías cada uno.

De los primeros días recuerda cómo "intentaban convencerte de sus ideas; decían: 'Si estamos pidiendo algo tan justo por qué no te quitas el casco y te vienes a nuestro lado a protestar'". Pero, en su opinión, "eso que todo el mundo apoyaba, a partir de las elecciones del 22 de mayo se radicalizó". Insultos, vejaciones y escupitajos Pero confiesa que también hubo momentos en que lo pasaron mal. "La gente empujaba contra el cordón policial en masa, y a partir de ahí: insultos, escupitajos, vejaciones, metiéndose con tu familia, tus hijos, tu mujer...". Para él, enfrentarse a esta realidad día tras día se convirtió en el lado más oscuro y frustrante de su experiencia econ el 15-M. "Si esta gente pide cosas que cree que son justas para el resto de la humanidad, por qué tiene que faltarme al respeto, no sólo como policía sino como persona, por qué tiene que humillarme, insultarme de esta manera por el mero hecho de que lleve un uniforme, de que esté para hacer cumplir la ley que hamos votado todo el resto de ciudadanos". El error, critica el policía, fue no haber actuado antes. "Hubo excesiva prudencia [...] Igual el día de las elecciones no era oportuno intervenir, pero la semana siguiente sí, porque no había tanta gente, el respaldo popular iba bajando y elementos radicales estaban desvirtuando la protesta inicial". Y, en su opinión, esta prudencia hizo que los más radicales "tuvieran una sensación de impunidad", relata el coordinador de la UIP, "y crecieron en su idea de que a la policía podían faltarle al respeto". "Nosotros no estamos para reprimir ni para dejar hacer. Estamos para cumplir nuestro trabajo. Somos como el cirujano, nos dicen que operemos y operamos, y lo haremos lo mejor que podamos conforme a la ley". Falta de directrices La situación no les pillaba por sorpresa: "Los procedimientos de actuación están muy entrenados y estamos preparados para aguantar todo tipo de tensiones", explica, aunque también se queja de la falta de directrices claras, algo que cree que no se va a volver a repetir. "El respaldo es muy importante, nos da aplomo para tomar decisiones de cómo ejecutar un servicio [...] Nosotros no estamos para reprimir ni para dejar hacer. Estamos para cumplir nuestro trabajo. Somos como el cirujano, nos dicen que operemos y operamos, y lo haremos lo mejor que podamos conforme a la ley y las directrices de nuestros mandos". El apoyo, afirma, facilita las cosas cuando se ponen difíciles. "Hay servicios malos, sí, donde hay que utilizar la fuerza. A nadie le gusta", admite el coordinador de la UIP. Cuando se le pregunta qué distancia hay entre un policía y un civil, M. responde inmediatamente que ninguna: "Lo que pueda sentir un manifestante lo puedo sentir yo si sus reivindicaciones son justas. Nosotros no nos postulamos por nada, simplemente hacemos cumplir la ley". Por eso, dice, le entristece especialmente la banalización de la función policial por parte de políticos y periodistas, algo que se traduce en la falta de respeto de muchos ciudadanos: "Dentro de un uniforme hay un ser humano y por el mero hecho de que tengas un uniforme, o estés frente a una manifestacion y tengas elementos de protección, no significa que a ese señor, como le pagan un sueldo, haya que insultarle, pegarle, escupirle o vejarle para humillarle". En los próximos días, un millar de policías antidisturbios supervisarán las movilizaciones previstas en Madrid; los mismos que durante la última huelga general del 29 de marzo. ¿Cuál fue el mayor reto de aquellos días? la capacidad de aguante. "Fue una prueba de esfuerzo de nuestras unidades y creo que la superamos con nota. Hay que seguir en esta línea". Este 15-M, él volverá a estar en la calle, trabajando.

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