Es un debate recurrente y que gana presencia a medida que los efectos de los recortes y la crisis afectan a capas de población cada vez más amplias. Las organizaciones sociales llevan un tiempo advirtiendo que la situación de muchas familias es desesperada, lo que podría desencadenar un estallido de violencia. Ada Colau, una de las caras más visibles de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ya ha transmitido en varias ocasiones su preocupación al respecto. “A nuestras plataformas viene gente diciendo que va a poner una bomba, que le van a sacar de casa con los pies por delante, que se va a matar”, ha llegado a afirmar. En este sentido, Colau ha aludido también al papel de la organización de afectados a la hora de frenar la violencia en las calles: “La Plataforma no sólo está conteniendo eso, sino que lo está canalizando de forma positiva”.
La situación en la Unión Europea no es nada halagüeña. En países fuertemente afectados por los recortes como Grecia, la utilización del cóctel molotov y los intentos de atentado son constantes, mientras que en otros, como Bulgaria, el más pobre de la eurozona, se han quemado seis personas a lo bonzo en lugares públicos en menos de dos meses. Sin embargo, los países más ricos tampoco están a salvo. En Suecia se han desencadenado disturbios de calado, como los ocurridos a finales de mayo en la periferia de Estocolmo, que más tarde encontraron réplicas en otras ciudades, como Örebro o Linköping. También en Italia donde, ante la sede del Gobierno, un hombre hirió a dos agentes de policía tras un tiroteo el mes pasado. Las cábalas sobre sus motivaciones llenaron páginas en los diarios, hasta que el fiscal jefe de Roma, Pierfilippo Laviani, despejó las dudas. Lo describió como “un hombre lleno de problemas, que ha perdido su trabajo, que lo ha perdido todo [...]. Estaba desesperado. Su primer objetivo era disparar contra los políticos y después suicidarse”.
En España han cobrado cierta repercusión mediática algunos casos de suicidio, sobre todo relacionados con desahucios inminentes. Además, dos personas se han quemado a lo bonzo en lo que va de año y los Tedax han desactivado varias bombas caseras en diferentes puntos del país. Sin embargo, ni los expertos ni la policía consideran la posibilidad de que se produzca una escalada de violencia en España, ni siquiera al nivel de Grecia, aunque advierten de que siempre hay un grado de incertidumbre que puede cambiar el escenario. Estos son los principales factores para que no se produzca un estallido social.
Hegemonía de la protesta no violenta
El historiador y profesor de la Universidad Complutense Rafael Cruz, especializado en violencia colectiva, apunta que la protesta en España está “absolutamente canalizada” por una “intensa movilización de carácter pacífico”. “Si predomina el cóctel molotov desaparece la movilización multitudinaria, y no creo que ese sea el interés ni los objetivos de las personas que están saliendo a la calle”, asegura. El fracaso de la convocatoria Asedia el Congreso, el pasado 25 de abril es, para los expertos, una prueba de que el discurso de la violencia no tiene repercusión. El profesor de la UNED Juan Avilés, autor del libro El nacimiento del terrorismo en Occidente, considera que, en lugar de violencia, asistiremos al surgimiento de nuevas fuerzas políticas al margen de los partidos tradicionales, como ha ocurrido en Grecia –con Syriza– o en Italia –con el Movimiento 5 Estrellas–. “En el fondo poner una bomba es muy fácil, pero esto no tiene mucho que ver con la reacción de la gente a la recesión económica, que ha ido en otras direcciones”, explica.
ETA como ‘vacuna’
La actividad infructuosa de grupos terroristas en España a lo largo de los últimos 50 años es, para estos expertos, una “vacuna social” contra la legitimidad de la lucha armada. El caso paradigmático es ETA. “En los años 70 hubo un ambiente más favorable a la aparición de este tipo de grupos, pero, hoy en día, en Europa occidental y en buena parte del mundo, la violencia como respuesta a los problemas está bastante desacreditada”, sostiene Avilés.
Lazos de solidaridad
En España, la familia, y no sólo la más cercana, desempeña un papel crucial. “Supone un importante lazo de solidaridad que impide que las peores consecuencias de la crisis salgan con más crudeza a la superficie”, desarrolla Julián Casanova, historiador y catedrático de la Universidad de Zaragoza. “Para que se produzca una situación de violencia generalizada debería quebrarse también el orden institucional, algo que se ha dado en mayor medida en Grecia que en España, por ejemplo”, añade. Sin embargo, Casanova advierte que podría saltar una chispa que cambiase totalmente el panorama, como un caso de represión brutal de los conflictos por parte de las fuerzas de seguridad. Un ejemplo es Suecia, donde los disturbios comenzaron después de que la policía matara a tiros a un inmigrante con problemas psíquicos.
Prevención policial
La Policía Nacional lleva más de un año haciendo seguimiento de lo que considera “grupos antisistema radicales” que podrían “aprovechar el descontento” para cometer atentados. Según explica José María Benito, portavoz del Sindicato Unificado de Policía (SUP), “la labor que se está haciendo es la de inteligencia, para tener controlados a estos grupos y anticiparnos a lo que pueda suceder”. Las previsiones de la policía no contemplan que se produzcan episodios graves de violencia, “siempre que nos quedemos donde estamos” desde el punto de vista económico. “La experiencia en la lucha contra el terrorismo, sobre todo en inteligencia, nos permite identificar estos casos y separar a los violentos de los que quieren salir a protestar de forma pacífica”, zanja.
Anarquismo sindical
Gran parte de los artefactos explosivos han sido reivindicados por supuestos grupos libertarios, algo que ha acabado salpicando al emblemático sindicato anarquista CNT, tras el registro de uno de sus ateneos en Cataluña el mes pasado. “Hay un proceso criminalizador contra el disenso, creemos evidente que hay guerra sucia por parte del Estado”, denuncia Miguel Fernández, militante de la confederación en Madrid. “Los medios tienen una actitud bastante acrítica. No prestan atención a la parte constructiva, sindical, diaria, cotidiana del anarquismo y solamente cuando aparece una bomba nos ponen en el centro mediático”, lamenta. El profesor Juan Avilés también resalta esta “labor constructiva” del anarquismo. “En su historia, la violencia siempre fue un fenómeno minoritario, aunque tuviera mucho eco. Donde el anarquismo creció de verdad y tuvo arraigo fue básicamente en España, precisamente por el movimiento sindical”, explica.
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