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lunes, 20 de febrero de 2012

El desembarco de los Metrallas???


Los servicios de lucha contra el narcotráfico de la Policía Nacional han detectado la presencia en nuestro país, desde hace unos meses, de peligrosos criminales dominicanos, sicarios y matones a sueldo, llegados desde la isla caribeña. Muchos habían sido expulsados de EE.UU. después de que cometieran homicidios y crueles ajustes de cuentas entre miembros de cárteles de la droga antagónicos. Ahora, en España y muy especialmente en Madrid, se buscan la vida de la única manera que saben, delinquiendo. Alrededor de una decena de estos sujetos han sido arrestados en los diez últimos meses en la capital, y se sospecha que puede haber al menos otros dos grupos más operativos. Son miembros de las bandas conocidas en el continente americano como «Los Tigres» y «Los Metrallas», que intentan reeditar en nuestras fronteras violentísimos «vuelcos» a otros clanes a los que roban sus mercancías de droga para venderlas en ambientes latinos de la capital.

Fuentes de toda solvencia consultadas por ABC indicaron que esta nueva realidad es producto de los flujos de inmigración ilegal fruto de la política estadounidense de expulsar a dominicanos a su país tras cometer delitos de sangre. Es el caso de «Los Tigres», que han desarrollado su carrera como sicarios en EE.UU. y que, al regresar por la fuerza a República Dominicana, se ven sin capacidad de seguir con su «negociado del crimen». «Es gente con un carácter muy similar al de los asesinos colombianos, con la falta de escrúpulos y de aprecio por la vida humana como marcas de la casa. Les da igual matar a dos que a veintidós», indican nuestros informantes.

En cuanto a «Los Metrallas», se trata de una banda asentada en Santo Domingo experta en hacer trabajos sucios, como ajustes de cuentas y palizas por encargo por deudas también relacionadas con el tráfico de drogas.

«Jimmy» y «Wellington»
La Policía Nacional sabe que salen de República Dominicana hacia Europa, preferentemente hasta Milán. La elección de esa ciudad italiana viene porque es donde mejor infraestructura tienen para aterrizar sin ser interceptados. Allí se las apañan para llegar a España por carretera, aprovechando la libertad de fronteras entre los países de la Unión Europea.

Miguel Carballo
Hasta el momento, se han producido en Madrid dos operaciones significativas contra estos delincuentes. La primera, en marzo pasado, que se saldó con la detención de cuatro individuos; otros cinco cayeron en mayo. Están en prisión. Sus cabecillas más significativos responden a los apodos de «Jimmy» y «Wellington», con un importante historial sangriento tanto en EE.UU. como en su país. Es más, en 2003, uno de ellos fue detenido por un homicidio doloso.

Se sospecha que puede haber al menos otros dos grupos operativos en la región policial madrileña, pero es bastante probable que su número no sea muy alto y que nos encontremos, por tanto, ante el inicio de este nuevo fenómeno. Hay, de esta forma, tiempo para atajarlo y evitar que alcance cotas más importantes. Porque su nivel de peligrosidad es bastante alto.


Carlos Báez
Actúan siempre contra compatriotas, muchos de ellos también «pringados» de delitos, especialmente relacionados con el tráfico de drogas. La Policía ha detectado casos de asaltos a domicilios de dominicanos, que normalmente son muy reacios a denunciar. O, cuando lo hacen sólo afirman que les han sustraído joyas, para recuperar el montante a través de las aseguradoras, pero no que lo más caro que les han arrebatado son, en realidad, partidas de droga, sobre todo cocaína. Es decir, que lo que en principio parecía un violento asalto en una vivienda en realidad se trata de «vuelcos» en toda regla: el robo de mercancías de droga por parte de otros traficantes.

Los «Tigres» y «Metrallas» son hombres jóvenes, de entre 25 y 35 años, que se mueven por barrios muy frecuentados por dominicanos, como Tetuán, pero que prefieren vivir en otras zonas de Madrid menos vigiladas por la Policía. «Tienen un carácter más itinerantes que otros grupos latinos. Algunos detenidos residían en Vicálvaro, pero cuando se disponían a dar algún golpe llegaba más gente desde Barcelona y Santander, para sumarse a ellos», explican los expertos.

«Santeros» y lunas tintadas
En cuanto a su «modus operandi», es bastante profesional. El cabecilla del grupo es el que acude a las llamadas citas de seguridad. En un lugar concreto y lejos de las sospechas policiales, se ve con sus informadores o «santeros», que es como se conoce en el argot a los «chivatos» y aportan, también a sueldo, datos fundamentales de los movimientos, entradas y salidas, costumbres y medidas de seguridad de las potenciales víctimas. Incluso utilizan vehículos con las lunas traseras tintadas y con un equipo tecnológico de seguimiento similar a la manera de investigar de los propios policías.

El líder despliega todo un dispositivo de seguridad. También da indicaciones a sus hombres para que realicen contravigilancias. No se deja nada al azar. Cuando la zona está asegurada, es el cabecilla el que se presenta allí. Luego, el día a día de estos delincuentes consiste en intentar pasar lo más desapercibidos posible. Por ejemplo, sólo tienen una relación de afinidad con otras bandas latinas, como los pandilleros «Dominican Don't Play»; además, tampoco utilizan ningún símbolo común ni otro tipo de característica física o de indumentaria que pueda delatarles ante la Policía. Por ello, no se les puede catalogar como un grupo cerrado.

Roban el dinero y lo mandan a su país: uno de ellos tiene en la República Dominicana una flota de taxis. Aquí vive con lo puesto.
«Si “cantas”, me cargo a tu nieto»
Con estos criminales no se juega. Y eso que sus víctimas no es que sean precisamente almas caritativas. Pero les tienen miedo. Miedo a que se descubran sus propios negocios delictivos y miedo a que les den un buen «susto» (en el mejor de los casos) por delatar a sus verdugos.

Por eso, es muy complicado que se animen a denunciar, nos explican nuestras fuentes.Incluso se dan casos en los que las víctimas reconocen en comisaría a los presuntos culpables, pero luego se echan para atrás en el juzgado. En muchas ocasiones, son llamadas hasta diez y quince veces para ir a declarar, pero se resisten. Están amenazados y tienen mucho que callar.

Hace unos meses se dio el caso de una banda de «volcadores» que fue detenida por asaltar la vivienda de otros latinos en Madrid. Dos de los cuatro arrestados fueron encarcelados, pero no por eso acabaron sus tejemanejes. Porque el cabecilla se encargó de enviar un claro mensaje a uno de los delatores: «En caso de que “cantase”, mataría a su nieto, que reside en la República Dominicana», le amenazaron, a través de un familiar que vive en Santo Domingo.

Eso en cuanto a las víctimas, porque, al parecer, las delaciones entre bandas rivales activas es algo bastante frecuente.

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