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martes, 27 de agosto de 2013

Ascenso del Fascismo en España. Esteban Ibarra

Esteban Ibarra, fundador y presidente de Movimiento Contra la Intolerancia, lleva más de dos décadas buceando en los rincones más perversos de la Red. Por ello, hemos recurrido a él para analizar cómo internet se ha convertido en el nuevo escenario en el que grupos neonazis y neofascistas siembran el odio contra los que son diferentes

Temido por muchos y respetado por otros. Esteban Ibarra es la cabeza visible de un movimiento que, desde hace más de 20 años, lucha contra todos aquellos que ven en la diversidad étnica, racial, religiosa o sexual una amenaza y no una oportunidad. A principios de los años 90 fundó la ONG Movimiento Contra la Intolerancia, que desde su nacimiento ha intentado alertar a ciudadanos e instituciones de la existencia y posterior expansión de grupos que atentan contra los derechos humanos y sortean la legalidad para perpetrar actos de odio hacia los que son diferentes.

Pero los tiempos cambian y, con ellos, las formas en que estos colectivos llevan a cabos sus acciones. Una transformación en la que internet ha jugado sin duda un papel fundamental. Lejos quedan ya aquellos años en que las autoridades podían dar caza a estos grupos mientras repartían panfletos para inocular a jóvenes y adolescentes sus ideas e involucrarles en sus acciones. Ahora, la Red ha dibujado un nuevo escenario donde ya no son presa fácil para las fuerzas de seguridad. Un nuevo terreno, las mismas perversas intenciones.
El término que utilizáis para definirlo es “ciberodio”. ¿En qué consiste?
Es un término que se utiliza para señalar aquellas páginas webs, ‘sites’, foros, canales de Youtube o redes sociales donde se expanden el odio y la intolerancia hacia la diversidad. Hemos observado que hay miles de ‘sites’ donde se está promoviendo la negación de la diversidad, la incitación al odio, la discriminación e incluso la violencia.
Hemos llegado a detectar páginas web donde se comercializan armas y donde se difunde una imagen estigmatizada del diferente, de los negros, de los judíos, de la diversidad religiosa, de los homosexuales, de los distintos colectivos que son objeto de esa intolerancia extrema que muchas veces acaba en agresiones.
Esteban Ibarra, fundador de la ONG Movimiento contra la Intolerancia (Foto: UJA))
Esteban Ibarra, fundador de la ONG Movimiento contra la Intolerancia (Foto: UJA))
¿Internet continúa siendo el “principal espacio” donde se expande este discurso?
Sí. Esto ha sido un factor que ha cambiado todo el panorama a nivel planetario. Al principio la difusión se hacía a través de panfletos, propaganda, materiales físicos… Pero el primer portal de internet que impulsó la manifestación de intolerancia fue Stormfront, a mediados de la década de los noventa. De uno, a los cientos de miles que hay ahora…
El centro Simon Wiesenthal hizo un análisis en Europa y hablaba de más de 20.000 webs y ‘sites’ que incitaban a al odio en la Unión Europea. Nosotros en España hemos detectado 1.500, como apuntamos en elInforme Raxen 2012, en una batida que realizamos el pasado verano. Había páginas de Facebook con nombres como “odio a los negros”, “mata a los negros” o “fuera inmigrantes”. Títulos muy salvajes. Yo incluso he tenido que poner denuncias porque había páginas en Facebook contra mí. Por ejemplo, había una titulada “Esteban Ibarra tiene que morir”, que fue denunciada, y están procesadas las personas que la impulsaron.
¿Qué ha cambiado desde esa primera web hasta la proliferación actual de contenido intolerante en la Red?
Existe una gran impunidad. Esto es lo que ha cambiado, porque sucede en Europa pero también sucede en Latinoamérica, en América del Norte, donde no hay ninguna limitación. En Estados Unidos, en concreto, la primera enmienda protege la libertad de expresión hasta unos niveles que permiten la incitación al odio. Eso en Europa no existe. En Europa se está persiguiendo.
En nuestro continente hay más sensibilidad porque ha habido dos guerras mundiales, ha habido un Holocausto, cosa que en Estados Unidos lo han visto desde lejos. Aquí en Europa se sabe que la propaganda precede a la acción.
La propaganda precede a la acción… ¿Quiere esto decir que hay una traslación directa de la violencia virtual a la real?
Lo primero que se produce es una infección de las conciencias, del conocimiento, una perversión de los valores que afecta especialmente al mundo juvenil. Las instituciones internacionales constatan que la infección es demasiado grande y esto está teniendo consecuencias, porque en el ámbito político se ha producido un escoramiento de muchos sectores juveniles hacia formaciones de corte xenófobo, antisemita, islamófobo, racista… Solo hay que ver Francia o Hungría y cómo crece el problema en toda Europa.
Estamos ante la mayor ofensiva neofascista desde la Segunda Guerra Mundial. Y tiene un cauce de expansión que es la propaganda a través de internet, que se ha convertido en la locomotora del proceso. Luego vendrán las acciones, los hechos, que pueden ser muy peligrosos. Pueden ir desde estigmatizar con la palabra a una persona o un colectivo, pasando por someterlo a acoso, hasta agresiones en las calles. O incluso promover el terrorismo.
Breivik, en Noruega, mató a 76 personas y su principal punto de información fue internet. Él difundió un documento en el que reflejaba toda su concepción y donde venía a plantear que Internet era su ámbito de construcción de pensamiento e incluso de formación belicista: dónde comprar las armas, cómo hacer las bombas… Internet es un ámbito que puede posibilitar una matanza como la de Breivik. Es muy difícil plantearse la figura del lobo solitario sin internet. La clave es que proporciona anonimato, y el anonimato proporciona impunidad.
Si nos quedamos en España… ¿Qué violencia impera en nuestro país?
El fundador de Movimiento Contra la Intolerancia (Foto: EstebanIbarra.com)
El fundador de Movimiento Contra la Intolerancia (Foto: EstebanIbarra.com)
Hay una serie de colectivos que son el chivo expiatorio de la intolerancia. Uno es el magrebí, otro es el negro, otro el gitano y otro es el homosexual. Para mí, estos son los cuatro colectivos que reciben más improperios, insultos, injurias, falsedades… Luego hay una línea de ataque también hacia los progresistas, por parte de los grupos neofascistas, y también empieza a haber una línea de ataque peligrosa hacia los defensores de los derechos humanos. Dice que no solo hay que acabar con los colectivos que señalan, sino también con la gente que les defiende.
Estos son los principales colectivos, aquí en España, pero también en Europa. De la mano de las corrientes más ‘ultras’ se está produciendo un levantamiento de tres banderas. Una bandera de la xenofobia y del racismo, del no a la inmigración y el no a la diversidad étnica. Otra bandera de la intolerancia religiosa. El islam es el centro de las iras en estos momentos, pero sin olvidarnos que siempre hay un poso de antisemitismo muy pronunciado. Y la última bandera es la de la homofobia. Es levantar la idea de que Europa debe ser una Europa heterosexual y machista, porque también empieza a mostrarse una misoginia, sobre todo hacia esas mujeres que son muy activas en la defensa de la igualdad de género.
¿Cómo se organizan estas corrientes ‘ultras’?
Los grupos ‘ultras’ del fútbol son los viveros. La secuencia en España y en otros países de la Unión Europea es la siguiente: se recluta en los viveros de los campos de fútbol, luego se adoctrina en internet (se les dice qué páginas web, qué blogs consultar, qué materiales leer, qué música escuchar…) y luego se les fanatiza en los conciertos racistas clandestinos. Sin ir más lejos, el informe Raxen detectó cerca de 30 conciertos racistas el año pasado en distintas ciudades de España. Y por último, se produce la práctica de la cacería, cuando van a agredir a colectivos vulnerables. A negros, a chinos, a homosexuales… Esta es la secuencia.
Aquí en España, el Ministerio del Interior ya reconoció hace años la existencia de alrededor de 12.000 ‘ultras’ neonazis y neofascistas, que se encontraban en las principales ciudades. Por ejemplo, hay un triángulo muy potente entre Cataluña, Madrid y la Comunidad Valenciana, pero también empieza a emerger con fuerza en Andalucía. No hay ciudad que no tenga su grupo ‘ultra’. Esto lo facilita mucho el fútbol porque, si todos los estadios tienen sus grupos ‘ultras’, resulta muy fácil captar para luego llevarlos a todo el resto de la secuencia antes comentada. El problema es grave porque, además, internet lo facilita todo mucho.


¿Y qué se puede hacer? ¿Las grandes plataformas de internet donde se difunden este tipo de discursos no toman medidas contra la incitación al odio? ¿No tienen unas condiciones y políticas de uso?
Sí, pero se sortean. Es muy fácil sortearlas. A priori, la gente que lo está promoviendo no lo exhibe. Es después, cuando empiezan a darle contenido, cuando se observa que son páginas que impulsan el odio. Es cierto que Facebook introdujo un elemento donde el usuario podía denunciar la página, y muchas de ellas se han cerrado a raíz de todo esto. Pero se cierran unas y se abren otras.
Por eso es muy importante el concurso judicial. Tiene que haber una pedagogía muy concreta: lo que es ilegal fuera de la red, en la vida cotidiana, tampoco puede ser legal en internet. En el momento en que lleguen unas cuantas sanciones, todos aquellos que han visto que internet es un campo bastante asequible para la difusión del odio se lo tendrán que pensar un par de veces.
Ahora, ¿dónde tenemos la mayor dificultad? Pues cuando hemos ido a poner las denuncias pertinentes, nos hemos encontrado en muchas ocasiones que los servidores están en Estados Unidos o en Canadá y ahí se atiende a otra legislación y no cooperan incluso con requerimientos judiciales. Si no hay un mandato judicial de allí, las empresas que gestionan los servidores no colaboran.
Algunas parecen más concienciadas, ¿no? Por ejemplo Twitter ha incorporado un botón de abuso…
Eso va en la buena dirección. Pero ha tardado, porque esto ya lo incorporó Facebook hace años. También hay que recordar que, en Francia, Twitter ha tenido litigios judiciales muy importantes. Los tribunales franceses les hacían responsables de haber dado cobertura para la difusión de mensajes de odio y les querían achacar responsabilidad subsidiaria. Es decir, primero los tribunales franceses encararon el problema contra Twitter y después esta compañía se ha visto obligada por Reino Unido a tomar medidas.
¿Y las autoridades? ¿Qué pasa con los gobiernos? ¿No pueden hacer nada para atajar la expansión del odio en la Red?
En nuestro país hay un discurso de no aceptar que crece el problema, pero los hechos demuestran que el problema crece. ¿Por qué? Porque aunque se hace mucha publicidad de las unidades especializadas en delitos tecnológicos, estas unidades están desbordadas porque la delincuencia informática es muy elevada. No solo en este ámbito, sino también en casos de pedofilia, de delito económico… Pero en el caso del ciberodio se necesitan también especialistas y en nuestro país hay pocos, lo cual está generando una indefensión importante.
Hemos pasado de una sola web a finales de los años 90 a las más de 1.500 en los que estamos. El crecimiento ha sido más que significativo. Y es verdad que se han cerrado páginas, y es verdad que ha habido sanciones penales. Pero, vuelvo a insistir, en lo que tardamos en cerrar una web han salido cien nuevas.
Entonces, ¿por dónde hay que atacar al ‘ciberodio’? ¿Qué medidas crees que se pueden tomar?
En primer lugar, una mejor educación en las escuelas, que es el ámbito número uno. Hay que vacunar a nuestros adolescentes contra la intolerancia y para ello es necesaria una educación cívica, de derechos humanos y, sobre todo, de tolerancia.
Luego ya viene la aplicación de la legislación. Por ejemplo, en los campos de fútbol no se está aplicando la ley contra el racismo, la intolerancia, la xenofobia, la violencia que hay en el deporte. Si tenemos una ley de adorno en esta materia, pues vamos mal. También hay que seguir reforzando la legislación en ámbitos como el audiovisual, como internet, para sancionar conductas que son ilícitas.
Pero tenemos un problema institucional previo que es la ausencia de reconocimiento del problema. No se reconoce. Se plantea como si fuera una cosa de jóvenes, chiquilladas, se banaliza, se trivializa el asunto y esto es muy grave.
Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia y Fernando Monge, vicerrector de Internacionalización y Cooperación de la UNED (Foto: UNED | Flickr)
Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia y Fernando Monge, vicerrector de Internacionalización y Cooperación de la UNED (Foto: UNED | Flickr)
No obstante, en la reforma del Código Penal se han incluido medidas para atajar este problema, ¿no es cierto?
Hay una reforma importantísima, que es un mandato de la Unión Europea, que es incluir el concepto de incitación al odio. La incitación, en estos momentos, no está recogida dentro de nuestro Código Penal. En el artículo 510 se habla de “provocación”, que exige que cualquier incitación tenga una consecuencia directa. Es muy difícil demostrar que, tras la incitación de una serie de blogs, hay un hecho racial en Murcia, por ejemplo.
En cambio, en lo que pide la decisión marco de Derecho Penal de la Unión Europea no es que se castigue la provocación, sino la simple incitación. Y eso es lo que se puede y debe introducir en la reforma del Código Penal. En principio, en el proyecto que hemos visto está incluido. Esto va a suponer un giro trascendental, porque se va a poder denunciar por incitación al odio, por ejemplo, a esas 1.500 páginas webs que hemos detectado.
Por lo que me cuentas, da la impresión de que España ha tardado mucho en reaccionar ante este auge de la intolerancia
España ha ido a la cola en todo esto, hasta el punto de que no tiene ni registro de delitos de odio. Por ejemplo, Gran Bretaña tiene un registro que en el último año detectó 60.000 incidentes. Alemania detectó 24.000, Suecia llegó a detectar 3.000, mientras en España no tenemos datos porque no se registra. Y cuando ha salido algún dato es en torno a 100, 80, 70… Es absurdo, porque hay delitos de odio todos los fines de semana.
La estimación que nosotros hacemos es de 4.000 incidentes y delitos de odio al año, pero probablemente sean bastantes más. En primer lugar, porque la gente no denuncia. La Agencia de los Derechos Fundamentales europea habló de que solo el 16% de la ciudadanía denunciaba. Pues bien, en España estamos en el 6%. En fin, que todo esto son las cosas que hay que cambiar.
Así que no es solo cosa del Gobierno. La gente tampoco está del todo concienciada
Ahora mismo no. No hay cultura en ese sentido, pero la habrá. Es lo mismo que la violencia de género. Hace unos años, cuando la gente veía que un energúmeno pegaba a su mujer decían que eran cosas de la casa y que no había que meterse. Pero ahora cuando un energúmeno pega a su mujer, cuando un vecino lo ve, lo que hace es levantar el teléfono y llamar a la Policía.
Este cambio es el que tiene que producirse con el problema del ‘ciberodio’. En el momento en que haya una práctica de denuncia, evitaremos que el problema crezca de una forma irreparable.

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