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lunes, 25 de octubre de 2010

La mafia de los boixos nois daba palizas por encargo en la cárcel



La mafia de los boixos nois daba palizas por encargo en la cárcel
La red de los 'casuals' en las prisiones también se ocupaba de proteger a sus propios reclusos
La policía apunta que un detenido pudo participar en una evasión de dinero a Suiza

La banda de los casuals -aficionados radicales del Barça vinculados a los Boixos Nois- desarticulada por los Mossos d'Esquadra el pasado febrero tenía una red de presos en las cárceles catalanas que trabajaban de enlace y que se utilizó en alguna ocasión para dar palizas por encargo, según las diligencias judiciales a las que ha tenido acceso EL PERIÓDICO. En el proceso, que abarca diversas ramas de actuación de este grupúsculo y de algunas personas vinculadas a ellos, hay una treintena de imputados, al haberse unido varias causas procedentes de diferentes juzgados de Catalunya. Media docena de ellos se encuentran en prisión.

Los Mossos también han investigado si un miembro de la trama participó en la evasión de dinero al extranjero. Las intervenciones telefónicas desvelan la sospecha de que uno de los detenidos pudo participar junto con un abogado en un transporte de dinero en efectivo a Suiza y Andorra.

Los informes policiales sobre los casuals -cuyo cabecilla, según las pesquisas, era Ricardo Mateo López, alias Ricard, Lucho o Guantes- son clarificadores. El nexo inicial entre sus miembros fue su integración en la peña radical del Barça Boixos Nois, pero su actuación se extendió con el paso del tiempo a actividades como la extorsión en locales de ocio nocturno, tráfico de droga, robos y agresiones. Una muestra de su potencial violento fue la incautación por parte de la policía de siete armas de fuego, una metralleta, navajas y otros objetos como porras extensibles.

«Son una pluralidad de personas que adoptan de manera voluntaria y durante un tiempo determinada estructura jerárquica y coordinada con la finalidad de perpetrar un número indeterminado de hechos delictivos», destaca un atestado de los Mossos. Para ello, incide, se distribuían las labores y utilizaban métodos de seguridad y vigilancia que «dificultaban sensiblemente su descubrimiento». ¿El objetivo? Crear inseguridad en el mundo de la noche y conseguir rendimiento económico. Chantajearon a al menos una decena de locales de ocio de Barcelona y otras poblaciones como Castelldefels. Si no se les pagaban determinadas cantidades o, incluso, se les contrataba como seguridad, organizaban peleas. Planearon boicotear hasta la inauguración de una discoteca. La intimidación y las amenazas a los que se atrevían a denunciarlos, o la purga en el seno de la trama de posibles desertores (con represalias y castigos), les hacían temibles.

Los Mossos confirmaron que los miembros de la banda no tenían una fuente de financiación y subsistencia conocida y lícita. Pese a ello, sobre todo los jefes mantenían un elevado ritmo de vida: coches de gama alta, inmuebles y constitución de empresas sin actividad delictiva. Un ejemplo: a un detenido se le decomisaron 117.000euros en efectivo.

Bajo la supervisión del núcleo duro de la trama estaban los minicasuals, que actuaban en las discotecas creando problemas. Un tercer estrato era la red de contactos de la organización, especialmente entre presos de las cárceles catalanas. Uno de estos enlaces, que también hacía servicios de protección en prisión, llegó a ejercer de intermediario entre un casual encarcelado y los jefes de la banda para que presionaran a unos porteros de discoteca con la intención de que retiraran la denuncia. En la causa judicial también aparece el encargo que uno de los jefes de los casuals realiza a un preso para que diera una paliza a un encarcelado por violación. En una conversación intervenida se habla de una recompensa por este trabajo

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