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lunes, 16 de diciembre de 2013

La libertad de expresión política en el mundo del fútbol

En el reciente partido de la Champions League entre el Celtic de Glasgow y el Milan, que se celebró en el Celtic Park, se desplegaron varias pancartas en las que se veían imágenes dibujadas de dos personajes públicos, lejanos en el tiempo pero semejantes en la pelea contra ´el inglés´ que recobra ahora fuerza, a la vista del próximo referéndum sobre la independencia de Escocia, que será ya el año que viene.


Estas imágenes mostraban a Robert ´Bobby´ Sands y a William Wallace. El primero era un miembro del IRA que falleció en 1981, a raíz de las huelgas de hambre que muchos encarcelados del grupo pusieron en marcha, contra la decisión del parlamento británico de cambiar su estatuto de ´prisioneros de guerra´ por otro común.

Durante la huelga de hambre, que tuvo una enorme repercusión no solo en las islas británicas sino en el mundo entero, Bobby Sands fue incluso elegido parlamentario, que lo fue durante 25 días, sin llegar a ocupar su asiento en Westminster, falleciendo por su estado físico terminal.
Aunque Sands era irlandés, no debemos olvidar que el Celtic de Glasgow fue fundado por irlandeses que emigraron a Escocia y que su tremenda rivalidad con los Rangers de la misma ciudad proviene del fútbol pero, también y quizá sobre todo, de la diferencia étnica y de religión, aquéllos católico-irlandeses y éstos protestantes-escoceses de pura cepa.

Por lo tanto, para algunos aficionados de los Celtic, la llamada ´Green Brigade´, es un héroe con el mismo carisma que el famoso William Wallace, mucho más conocido por la película que le dedicó hace unos años Mel Gibson, ´Braveheart´, que ganó un total de cinco Oscars. Wallace nació en el siglo XIII y, si bien provenía de una familia con propiedades, al ser el menor, no podía ser heredero de las tierras, que correspondían al mayor y tuvo que estudiar para cura, aunque no llegó a ello.

Wallace sí fue conocido por encabezar una revuelta cruenta contra los ingleses, con muchas victorias parciales que le hicieron, y siguen haciéndole, ser el héroe mayor de Escocia. Aún decapitado y troceado (sus miembros fueron repartidos por Inglaterra), subsiste en la memoria colectiva escocesa como un grande de la región y un mártir de la causa anti-inglesa, de nuevo abierta.

Así, estos dos personajes estaban representados en la pasada jornada de la Champions League de la UEFA. El máximo organismo del fútbol europeo, al ver esas pancartas, ha decidido, el 29 de noviembre, abrir un expediente disciplinario contra el Celtic de Glasgow, lo que ha llevado a varias voces a elevarse a favor y en contra de la libertad de expresión política en el fútbol y, también, a la responsabilidad objetiva que tienen los clubes respecto de las acciones de sus aficionados.

En primer lugar, los miembros de la ´Green Brigade´ defienden su derecho a la libertad de expresión política que, dicen, no puede ser cercenado por estar en un campo de fútbol y que deben poder mostrar a quienes deseen, porque el mensaje «no era ofensivo para nadie». Por su parte, el Director General del club, Peter Lawell, manifestó que «el club no es una organización política y que ni ellos ni los jugadores ni la mayoría de los aficionados querían muestras políticas en el campo». Añadió que la UEFA iba a sancionar al club y no a los aficionados, por la responsabilidad objetiva de la que hablábamos antes.

Veremos lo que dice la UEFA, pero estoy seguro de que habrá una sanción económica y quizá deportiva contra el Celtic, ya que viene siendo más que habitual que ese organismo impida cualquier demostración política, tan siquiera cercana o que huela a ello.

Así, hace un par de temporadas, sancionó al equipo ucraniano Shakhtar Donetsk con una multa porque unos aficionados llevaron a un partido de la Champions una pancarta con dos martillos cruzados, símbolo supremacista blanco, según la UEFA, cuando, para los ucranianos era simplemente la representación de su propio club, ´los mineros´ (que es lo que significa Shakhtar, aproximadamente) de la cuenca del Donetsk.

La línea es muy débil y no sé personalmente discernir dónde debería ponerse, pero lo que sí sé es que la UEFA no trazó ninguna línea, sino que prohibió y sigue prohibiendo toda manifestación política, del signo que sea, en el fútbol. Sin embargo, parece que los aficionados del Celtic no van a quedarse ahí y plantean incluso llevar el caso a la Unión Europea, cuyo dictamen sería vinculante para la UEFA. Es obvio que algunos signos están claramente prohibidos porque tienen una sensibilidad racista (nazis) o violenta (IRA), pero ¿qué ocurre con William Wallace que vivió hace ocho siglos? ¿Hasta dónde remontarnos para apreciar esa expresión política?

Este será seguramente uno de los argumentos de la ´Green Brigade´, si finalmente se decide a acudir al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Quizá el fútbol no sea simplemente un deporte sino mucho más que un «caso de vida o muerte» como decía el antiguo entrenador del Liverpool, Bill Shankly? Pero, en todo caso, no puede ser el escenario de una batalla.

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